rutinas de escritores
jueves, julio 30, 2015
Doris Lessing
Entrevistador: ¿Mantiene hábitos regulares a la hora de escribir?
Lessing: Eso no importa porque solo son hábitos. Cuando estaba criando a un hijo me enseñé a mí misma a escribir en ráfagas muy cortas y concentradas. Si tenía un fin de semana o una semana, me quitaba una increíble cantidad de trabajo. Ahora esos hábitos tienden a estar arraigados. De hecho, lo haría mejor si pudiera ir más despacio. Pero es un hábito. Me he dado cuenta de que la mayoría de las mujeres escriben así, no como Graham Greene que, entiendo, escribe ¡200 palabras perfectas cada día! ¡Eso me han contado! De hecho, creo que escribo mucho mejor si me fluye. Comienzas algo, y al principio es un poco irregular, torpe, pero entonces llegas a un punto en el que hay un click y de pronto escribes fluido. Ahí es cuando creo que estoy escribiendo bien. No escribo bien cuando estoy ahí sentada sudando sobre cada frase.
martes, julio 28, 2015
Philip Roth
Roth se despierta temprano y, siete días a la semana, camina unos 50 metros hasta su estudio. La habitación principal es exterior, con una chimenea, una mesa de trabajo, y un ordenador colocado en una especie de atril, donde puede escribir de pie y así evitar sus frecuentes dolores de espalda.
Allí pasa la mañana y gran parte de la tarde: sin teléfono, sin fax. Nada entra. Al caer la tarde, da largos paseos, la mayoría de las veces tratando de resolver cuestiones de la novela que le tenga poseído.
"Vivo solo, no tengo a nadie de quien responsabilizarme o con quien pasar el tiempo". "Mi agenda es absolutamente mía. Normalmente, escribo todo el día, pero si quiero vuelvo al estudio al final de la tarde, después de cenar, no tengo que sentarme en el cuarto de estar porque haya alguien que haya pasado el día entero solo. No tengo que sentarme allí y ser entretenido o divertido. Vuelvo para allá y trabajo dos o tres horas más. Si me despierto a las dos de la mañana -esto ocurre raramente, pero a veces ocurre- y algo me ha aparecido, enciendo la luz y escribo en mi dormitorio. Tengo estas pequeñas cosas amarillas por todos lados. Leo hasta la hora que quiero. Si me levanto a las cinco de la mañana y no puedo dormir y quiero trabajar, me voy al estudio. Y trabajo, estoy de guardia. Soy como un médico en urgencias. Yo soy la emergencia."
Vía
Allí pasa la mañana y gran parte de la tarde: sin teléfono, sin fax. Nada entra. Al caer la tarde, da largos paseos, la mayoría de las veces tratando de resolver cuestiones de la novela que le tenga poseído.
"Vivo solo, no tengo a nadie de quien responsabilizarme o con quien pasar el tiempo". "Mi agenda es absolutamente mía. Normalmente, escribo todo el día, pero si quiero vuelvo al estudio al final de la tarde, después de cenar, no tengo que sentarme en el cuarto de estar porque haya alguien que haya pasado el día entero solo. No tengo que sentarme allí y ser entretenido o divertido. Vuelvo para allá y trabajo dos o tres horas más. Si me despierto a las dos de la mañana -esto ocurre raramente, pero a veces ocurre- y algo me ha aparecido, enciendo la luz y escribo en mi dormitorio. Tengo estas pequeñas cosas amarillas por todos lados. Leo hasta la hora que quiero. Si me levanto a las cinco de la mañana y no puedo dormir y quiero trabajar, me voy al estudio. Y trabajo, estoy de guardia. Soy como un médico en urgencias. Yo soy la emergencia."
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lunes, julio 27, 2015
Edna O'Brien
Cuando estoy trabajando escribo en una especie de trance, sin parar, y en estos cuadernos varios. Escribo en la mañana porque uno está más cerca de lo inconsciente, la fuente de inspiración. Nunca trabajo por la noche porque por entonces los grilletes del día me rodean, lo que James Stephens llamaba "Catálogo de cosas tristes que se sujetan a mis alas, planas, aburridas", y no me siento a trabajar los trescientos sesenta y cinco días del año porque no soy ese tipo de escritora. ¡Ojalá lo fuera! Tal vez no tomo a mí misma tan seriamente. Otra razón por la que no escribo constantemente es porque siento que ya he escrito todo lo que quise decir sobre el amor y la pérdida y la soledad y el ser una víctima y todo eso. He terminado con ese territorio. Y todavía no he adoptado otro. Puede ser que esté yendo hacia él—espero y deseo que este sea el caso.
Soy disciplinada, pero no se trata de disciplina, puesto que eso es lo que uno tiene que hacer. El impulso es más fuerte que cualquier otra cosa. No me gusta demasiado la vida social de todos modos. Es cotilleo y vino blanco malo. Es un desperdicio. Escribir es como llevar un feto. Levantarse por la mañana, tomar una taza de té y entrar en este espacio para trabajar. Nunca salgo a comer, nunca, pero me detengo sobre la una o las dos y paso el resto de la tarde atendiendo a las cosas mundanas. A última hora de la tarde puedo leer, ir al teatro o al cine, o visitar a mis hijos.
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jueves, julio 23, 2015
John Steinbeck
John Steinbeck, que escribía sus borradores a lápiz, siempre tenía exactamente doce y perfectamente afilados sobre su mesa de trabajo. Apretaba tanto al escribir, que su editor le tuvo que enviar lapiceros redondos para aliviar los callos que le salieron por culpa de los lapiceros hexagonales tradicionales.
Haruki Murakami
Virginia Woolf
Entre los veinte y los treinta años, Virginia Woolf escribía durante dos horas y media cada mañana, sobre una mesa alta con una tabla ladeada como si fuera un atril, ya que de esta manera le permitía trabajar cerca del texto y también tomar distancia. Pero según su irreverente sobrino y colaborador, Quentin Bell, aquella versión de la mesa alta de trabajo era menos un asunto práctico, y más un tema de rivalidad con su hermana, la artista Vanessa Bell.
Cuando abandonó este invento, Woolf siguió inventando. Cuando pasó de trabajar de pie a hacerlo sentada, creó un artilugio del que estaba muy orgullosa: utilizó una pieza de contrachapado fino como tablero de escritura, al que adjuntó una bandeja para las plumas y tinta. Así no tenía que levantarse e interrumpir su flujo de inspiración si se quedaba sin materiales.
Cuando abandonó este invento, Woolf siguió inventando. Cuando pasó de trabajar de pie a hacerlo sentada, creó un artilugio del que estaba muy orgullosa: utilizó una pieza de contrachapado fino como tablero de escritura, al que adjuntó una bandeja para las plumas y tinta. Así no tenía que levantarse e interrumpir su flujo de inspiración si se quedaba sin materiales.
miércoles, julio 22, 2015
Truman Capote
"Yo siempre me pongo muy, muy nervioso al comienzo de la jornada de trabajo. Me lleva mucho tiempo empezar. Una vez que empiezo, voy tranquilizándome un poco, pero haría cualquier cosa por aplazarlo para más tarde. Debo tener unos quinientos lápices afilados, pero vuelvo a sacarles punta hasta dejarlos en nada. En cualquier caso, me las arreglo para escribir unas cuatro horas al día.”
“En realidad escribo mucho en la cama”, respondió a Lawrence Grobel. Y en otro momento para The Paris Review fue más allá “No puedo pensar a menos que esté acostado, ya sea en la cama o estirado en un sofá y con un cigarrillo y café a la mano. Tengo que estar fumando y bebiendo. A medida que la tarde avanza, me muevo desde el café al té de menta hacia el jerez y el martini.”
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